11/3/13

El poeta en el infierno

Entre toda la espléndida compañía que puede hallarse en el Infierno, de amantes y queridas, de hombres de ciencia y poetas, entre los incesantes movimientos de los cuerpos de los condenados, que giran y se agitan para librarse del tormento de sus almas, una mujer estaba sentada a solas y sonreía. Tenía el aire de quien escucha, la cabeza siempre erguida y los ojos alzados, como si una voz la llamase desde arriba.
-¿Quién es esa mujer, la de los suaves miembros de marfil y el largo cabello que cae sobre sus hombros? -preguntó un recién llegado, impactado por la rara belleza de su rostro y por su expresión enigmática-. ¿Por qué es la única alma cuyos ojos miran hacia arriba?
Aún no había terminado de hablar cuando un hombre se apresuró a responderle; llevaba en la mano una corona de hojas marchitas.
-Dicen que en la tierra era una gran cantante -le explicó al recién llegado-, cuya voz era como estrellas cayendo de un cielo despejado. Cuando la muerte se la llevó, Dios tomó su voz y la elevó hasta los ecos eternos de las esferas, pues le parecía una voz demasiado hermosa para dejarla morir. Y ahora ella la reconoce al oírla y, recordando que alguna vez fue suya, comparte con Dios el placer de escucharla. Pero no le menciones nada, ya que ella se cree en el Cielo.
Cuando el hombre que llevaba la guirnalda de hojas secas calló y se retiró, otro se acercó al recién llegado y le dijo:
-No, ésa no es la historia. Es ésta: un poeta, en la tierra, escribió una canción sobre su belleza para que el nombre de ella quedara esposado a sus versos, y sus versos aún viven en los labios de los hombres. Y ahora, aquí en el Infierno, ella eleva su cabeza y puede oír cómo las alabanzas de él resuenan donde quiera que se habla cualquier idioma, ésa es su verdadera historia.
-¿Y el poeta? -preguntó el recién llegado-. ¿Ella lo amaba también?
-Lo amaba tan poco -respondió el otro- que aquí en el Infierno se lo encuentra a diario y no reconoce su rostro.
-¿Y él?
El otro respondió riendo:
-Fue él quien te contó esa historia sobre su voz. En el Infierno sigue contando las mismas mentiras sobre ella que cuando estaba vivo.


OSCAR WILDE
El arte de conversar

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